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Teresa Gancedo (León, 1937) regresa a Ármaga, su galería de León, a partir del 6 de abril de 2017, con nuevos cuadros y algunos de sus objetos mágicos y preciosos. La inauguración tendrá lugar a partir de las 19.30 horas. Además de la exposición, Teresa Gancedo presentará un libro muy personal, titulado “Todo es pintura”, en el que se recogen obras realizadas a lo largo de toda su trayectoria, junto con algunos textos críticos realizados en su día con motivo de distintas exposiciones (firmados por Antonio Gamoneda, Javier Hernando Carrasco, Antonio Colinas, Cristina Requena, José Corredor-Matheos…), y que ha sido realizado y maquetado por Eloísa Otero.
La nueva muestra de pintura que presenta Teresa Gancedo en la galería Ármaga estará llena de piezas muy especiales, algunas de pequeño tamaño, en las que se aprecia su delicadeza extrema y su manera singular de trabajar. “Mi intención no es cuestionar la problemática del arte, sino más bien usar el arte como contenedor de sentimientos y poner al espectador en la búsqueda de un código para interpretarlos”, dice Teresa Gancedo, quien ha preparado esta nueva exposición con muchísimo cariño.
Reproducimos un texto de Eloísa Otero, incluido en el libro “Todo es pintura”:
Las cosas íntimas
Por ELOÍSA OTERO

Portada del libro.
Teresa Gancedo es una creadora en continua efervescencia, que logra volcar su mundo onírico y reflexivo, pero también su memoria, en una obra que rebosa significados, vida, color y plenitud. En cada cuadro un universo, y en cada universo un sinfín de microcosmos plagados de historias apenas esbozadas en escenarios mínimos, pero expresivos. Los personajes juegan con los símbolos, danzan sobre paisajes sugeridos. Las pequeñas figuras dialogan y componen fantásticos relatos en los que se cruzan miradas, y se establecen sentidos. A partir de signos y de símbolos muy personales, que confluyen en una iconografía singular, la pintura de Teresa Gancedo invita a imaginar mundos, a viajar por territorios inexplorados. Empuja al espectador a deslizarse por dimensiones desconocidas de esa otra realidad que a veces, solo a veces y como en un sueño, logramos entrever en los adentros de un cuadro.
Teresa Gancedo (León, 1937), una artista que sigue siendo una gran desconocida en su tierra natal, vivió su niñez y su juventud en el Madrid de la posguerra, hasta 1960. Casi no recuerda cuándo empezó a pintar, pero debió de ser muy pronto. Cuando era pequeña, su familia veraneaba en un pequeño pueblo, Tejedo del Sil, en la comarca minera de Laciana. Allí, en el entorno de sus abuelos, en aquel mundo que ya no existe, Teresa asistía a las procesiones y romerías religiosas que se sucedían en la época estival, y que solían terminar en la ermita de San Lorenzo, patrono del lugar. Esas procesiones en las que participaba todo el pueblo impresionaron muchísimo a aquella niña, y dejaron una huella imborrable en su pupila y en su corazón. Quizá, por eso, gran parte de su obra gira en torno a la iconografía religiosa cristiana. “Medio religiosos, medio paganos, medio festivos, medio tristes”. Así ha definido ella misma sus numerosos cuadros de iglesias, santos y cementerios. Eso sí, nada lúgubres. Esta especie de obsesión no es nada peligrosa. “Soy agnóstica”, afirma.
En 1960, con 23 años, se trasladó a Barcelona, donde fijó su residencia. Allí estudió Bellas Artes, ya casada y con dos hijos pequeños. Al terminar la carrera le dieron la Medalla de la Facultad en Dibujo, aunque ya antes había empezado a obtener algunos premios. Y en 1982 se convirtió además en profesora de la misma Facultad donde estudió, donde escribió su tesis —sobre Pintura Religiosa en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona— y donde, tras opositar para obtener su plaza, ha trabajado hasta su jubilación, sin renunciar jamás a sus proyectos creativos.
Su primera exposición individual se remonta a 1972, y tuvo lugar en la “Sala Provincia” de León, invitada por el poeta Antonio Gamoneda, que en aquel entonces gestionaba ese espacio que llegó a convertirse en todo un referente en España, y por el que desfilaron los grandes artistas pujantes del momento. Desde entonces, en su larga trayectoria artística, Teresa ha hecho de todo: pintura, escultura, vidriera, grabado, dibujo, cerámica… “Para mí la pintura es el arte de mayor dificultad. En un plano tienes que contar una historia, crear un espacio, crear perspectivas (aunque no las uses)…”, explica esta artista capaz de introducir todo un cosmos en un espacio mínimo. “La escultura me gusta, pero no tanto. Si le metes pintura aún me gusta más. El dibujo es más sencillo que una pintura, tiene menos registros, pero también me vuelve loca… Y ya, entre lo que se denomina arte conceptual, hay cosas que me interesan mucho, pero otras cosas me parecen auténticas bobadas. Creo que el buen pintor es el que más dificultad tiene a la hora de sacar adelante su trabajo”, comenta.
“Todo es pintura” afirma sin ambages Teresa Gancedo, capaz de contar mil y una historias en cada pieza. Cada una de sus obras parece contener un mundo lleno de vida que, al igual que en el mundo real, cobra nuevos sentidos según dónde se coloque la mirada del espectador. “Mi pintura es algo muy íntimo y muy especial, que nadie, ni yo misma, ha sido capaz de encasillar en un estilo concreto”, resume ella con sencillez.
En 2012, cuando la entrevisté con motivo de una hermosa exposición que presentó en la galería leonesa Ármaga, donde mostró un catálogo de pequeños objetos convertidos en exquisitas piezas de arte, confesaba que su estudio parecía “un cambalache”, ya que a lo largo de los años había ido recolectando un sinfín de materiales y recuerdos susceptibles de ser convertidos en lo que ella denomina “pintura” por encima de todas las cosas; “pintura” que, como si fuera un libro, da cuenta de la vida, pero también recrea realidades nuevas al tiempo que esconde, y a veces revela, pequeños tesoros y secretos, de la misma manera que podría hacerlo un poema, concebido como ese “lugar raro en el que se guarda la vida”, en palabras de Olvido García Valdés
“Un día me puse a pensar… con todas esas cosas que tengo guardadas y tiradas por ahí (un piano de juguete, una antigua tabla de lavar, paletas de pintura, caballetes, moldes de zapatero, huevos de avestruz, esferas de cristal, cajas y armaritos…) ¡A ver qué hago yo con esto! Así fueron saliendo algunas obras, realizadas a partir de objetos muy del pueblo, a partir de cosas muy populares…”. Y las paletas se fueron transformando en mesitas-lámparas, las maderas en maletas y en barcos, los moldes de zapatero en piececitos que bailan entre flores, las cajas en altares secretos, los discos en universos, los papeles en poemas, las letras en mapas, los deseos en exvotos con jaculatorias inventadas… Lo popular convertido en arte, “lo popular en el arte”. Es como si Teresa tuviera una chistera de ilusionista en la que cada cosa que ella introduce saliera convertida en otra mucho más rica en significados, emociones y texturas. Pero su chistera, en realidad, es la pintura-pintura, y eso incluye una gran sabiduría artística y muchas horas de trabajo, de dejarse llevar y conquistar por el proceso creativo. “En principio esos objetos dispersos por el taller no me dicen nada, pero con el tiempo me piden su sitio, me cuentan sus secretos”, dice la artista con esa voz joven que la caracteriza. Y ella les escucha, y les da una nueva vida.
Sí, Teresa Gancedo escribe y nos cuenta una historia en cada cuadro, en cada pieza, en cada objeto. Todos están cargados de historia, de huellas de algo que ha sido, de signos, símbolos, flores, fotos desvaídas, árboles genealógicos, búsquedas, mapas, reconstrucciones, recuerdos…
Indagando en su vida sorprende su trayectoria de artista insondable y en continua evolución, una creadora que practica, a su manera, algo que el poeta Tomás Sánchez Santiago ha llamado “las escrituras de la verdad”. Sin embargo, su obra quiere contar mucho más que el relato de una vida. Como ha señalado el crítico de arte Corredor-Matheos, su propósito es ir más allá de lo real, pero la meta de su proceso creativo es plástica, “plástica pura”, aunque cargada de resonancias emotivas. El espectador no solo tiene que mirar, tiene que sentir, escuchar y dejarse llevar por todo lo que se contiene y rebosa en cada una de estas obras. Solo así podrá entrar en el mundo íntimo y fascinante de esta artista extraordinaria.
“El trabajo plástico de Teresa Gancedo viene definido, según mi opinión, por la presencia de un constante lirismo; lirismo que pertenece tanto al propósito temático como a la manera, a la delicada y cuidadosa organización de sus signos plásticos. Empleo el término “signos” con deliberación, ya que los dibujos de Gancedo, aspecto de su obra que mejor conozco, tienen cierta condición legible, lo que es tanto como decir una disposición sígnica. No se trata solamente de que cada obra sea propuesta como un valor significante, que sí lo es, sino de que, por su naturaleza, también los datos parciales de la obra conllevan, de alguna manera, aspecto y función de “escritura”. Desde esta observación, su trabajo aparece no influido pero si relacionable con los rasgos que presentan las artes orientales: el gusto y la sensibilidad llevados a los detalles menudos; la levedad de las coloraciones sobre el trazo dibujístico y una concepción aérea del espacio pictórico (…)”.
ANTONIO GAMONEDA (fragmento de un texto con motivo de la exposición que mostró Teresa Gancedo en la Sala Provincia, León, en 1972).