* TERESA GANCEDO/CRÍTICAS

«Plenitud de Teresa Gancedo», por Antonio Colinas (2003)

«Ser planeta 2» (2003). Óleo sobre tela. Obra de Teresa Gancedo.

[Texto incluido en un libro-catálogo de Teresa Gancedo, con las cubiertas rojas, sin título, diseñado por Grupo Aries, que se terminó de imprimir el 15 de mayo de 2003 con una tirada de 600 ejemplares. En el libro se reproducen obras de los años 2000 al 2003, entre ellas la que figura sobre estas líneas.]

Plenitud de Teresa Gancedo

Por ANTONIO COLINAS

El tiempo ha ido pasando y la obra pictórica de Teresa Gancedo se ha consolidado en su centro. Me refiero a que no hay obra auténtica sin esa fidelidad a un mundo propio revelado a través de signos y de símbolos muy personales. Es el símbolo precisamente el centro alrededor del cual gravita el mundo onírico y reflexivo de esta pintora. La consolidación de la misma proviene ahora de ese enriquecimiento que afecta a la intensidad del color, a la riqueza de las texturas y a una mayor complejidad de los signos.

No hay que olvidar tampoco el que podríamos considerar como carácter mandálico de esta pintura. Teresa Gancedo ha insistido ahora en él con clarividencia y con un rigor exquisitos. No hay que olvidar que en la concreción y en la simplicidad del mandala se halla su valor, su fin último. El valor de la pintura de Teresa Gancedo consiste también en que ella ha sabido profundizar, ir más allá de ese símbolo de eternidad en el que la mirada se fija para deshacer dudas, sobrevolar vanidades, resolver angustias, atender a la eterna unidad de las cosas y de los seres.

La pintura de Teresa Gancedo nos conduce a la eternidad del mandala —el centro de los centros en sus cuadros—, pero a la vez hay una inocencia y una poesía en su entorno, en el resto del cuadro, que proporciona a su aventura creadora un doble valor. Estamos, sin más, ante la eterna dualidad de las cosas y del ser que no siempre el artista logra captar y luego expresar. Teresa aplica, por una parte, a la realidad y a lo suprarreal una mirada de microscopio, dispersadora, plagada de microcosmos, pero a la vez siempre se halla en el cuadro esa presencia del círculo que resume el Todo.

Queda así representada en estas obras, de manera ideal, lo eterno y lo pasajero, la razón y el corazón, los sueños y esa realidad en la que las cosas se descomponen para volver enseguida a renacer. Pero, como he comenzado diciendo, lo significativo de esta última muestra es que la pintura de Teresa Gancedo, su mundo, ha logrado ir más allá.

Para que su obra haya adquirido esta maduración, esta plenitud, se hacía necesaria una técnica madura y una reflexión artística sabia sobre la propia obra. Ambas han confluido de manera ideal. La delicadeza de la línea y la originalidad del color —siempre sobriedad y calidad en el mismo— hacen el resto. La pintura de Teresa Gancedo nos hace, a la vez, pensar y soñar, y teniendo siempre detrás la verdad de los hallazgos. Nada mejor se puede pedir al Arte en esta hora de vacíos y de dispersiones múltiples.

Salamanca, marzo de 2003

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